Camisetas 100% Lino


Cuando tenía 14 años, mis mejores amigas, Inma y Mª del Mar, se agujerearon la oreja para su tercer pendiente. Y lo digo así porque la palabra percing no existía en nuestro vocabulario. Ellas muy valientes en el baño de Inma, todos los experimentos que hacíamos eran en su casa, cogieron un poco de hielo para insensibilizar la oreja y listo, salieron cada una con un brillantito muy mono en su oreja derecha junto con los aros plateados gigantes que nos poníamos por aquel entonces. Mi padre me decía: Ya te has puestos los aros de loro? Decía que eran tan grandes que un loro se podía balancear en ellos.

Mis ganas de tener un otro pendiente se dispararon cuando vi a mis dos amigas. Pero yo de valiente no tenía ni un pelo, bueno quizás me hubiera atrevido a que ellas me lo hicieran, pero... la reacción de mi madre eso me daba más miedo. Así que me las lleve a casa y después de mucho chantaje emocional mi madre accedió con la condición que fuera un ATS el que me pusiera el pendiente.

Localizado el "practicante" pedí cita. Una tarde de verano con muchísima calor me lleve a mis amigas como apoyo moral para conseguir mi último capricho. Me sentó en una camilla me puso anestesia en la oreja y cuando fue a clavar la aguja le pregunte:
"Si padeciese del corazón me pasaría algo?"
"Qué problema tienes?", me pregunto el hombre asustado por mi pregunta.
"Ninguno, pero es que estoy nerviosa!!!"

Apenas sentí nada, me puso un pendiente de oro con una perlita. Me recomendó tener la zona desinfectada y que no me cambiara el pendiente de oro por lo menos en un mes.

Que feliz!!! Aquella tarde me pasé una hora delante del armario para elegir la ropa que combinara perfectamente con mi pendiente de perlita. Y como no lo conseguí, la solución era obvia... cambiaría el pendiente por otro. Llevaría mi camiseta nueva roja, así que un corazoncito de rayas blancas y rojas era el complemento perfecto. Un corazoncito que era de bisutería. Al día siguiente este fue sustituido por un arito de circonitas, tampoco era de oro. El tercer día, me lo volvería a cambiar seguro, no lo recuerdo. Lo que recuerdo es que a la semana la oreja derecha era del doble del tamaño que la oreja izquierda.

Resultado de tanto cambio: una infección por la que tuve que tomar antibióticos y ponerme una crema en el lóbulo de la oreja, durante un mes!!! Que capricho más doloroso. Cuando acabo el tratamiento mi madre me puso una circonita de oro y la lleve durante tres meses hasta que me dejo que me cambiará todas las veces que yo quiera de pendiente. 

Hoy por hoy cuando miro mi lóbulo veo un pequeño puntito que me recuerda que una vez mi oreja estuvo más adornada, se pasó la moda o se pasó mi capricho??? La moda de ahora son los peircing, pero ya tengo la cabeza sobre los hombros y los antojos los deje atrás.

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