Mostrando entradas con la etiqueta otoño. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta otoño. Mostrar todas las entradas

Oro o Plata?

- No quiero ni sobrehilar, ni quiero quitar hilvanes, ni quiero hacer ojales!!! Quiero hacer los patrones como tú, quiero coger las tijeras de costurera y deslizarlas sobre la tela, quiero utilizar la máquina de coser!!!

- Hasta los más grandes diseñadores han empezado desde abajo, haciendo dobladillos!!! Así que pon la espalda derecha y sigue con lo que te he mandado!!! Venga que te voy a contar como empecé yo... 
 Entré con 14 años a trabajar para la casa Canales, estaba en la esquina de Eduardo Dato, frente al estadio Sánchez Pizjuán. Al principio ni me dejaban tocar las telas, era la chica que con la caja del pedido acompañaba a la señora al coche. Eso sí, a "espabilá" no había quien me ganase y memorizaba todas las cosas que veía hacer a las chicas mayores que ya estaban en el taller. Mis compañeras tenías una libreta donde apuntaban los datos y medidas de sus clientas. Yo también tenía otra, aunque mis clientas eran muñecas. Cuando llegaba a casa intentaba imitar aquellos pasos, haciéndoles vestidos a las muñecas de mi hermana Marvi. Supongo que llamaría la atención de alguien que pase a talleres. La primera lección que me dio la jefa de taller fue: "Costurera sin dedal, ni es costurera ni es ná" y puso aquella pequeña pieza metálica sobre mi dedo corazón de la mano derecha. Nunca me lo tuvo que repetir, había ocasiones que salía de trabajar con el dedal puesto, es como una parte más de mí.
No sé cuántos dobladillos hice, cuantos patrones monté y sobrehilé... incontables, ojales a millares,... pero todo lo hacía con ilusión y con mimo, como si estuviera realizando el diseño más maravilloso del mundo. Me sentía una privilegiada poder tocar aquellas telas maravillosas, estar trabajando en algo que me gustaba, y eso era mucho en aquellos tiempos!!! Hay que poner pasión a las cosas, y hacerlas bien. Nunca se te olvide eso.
Por mi cumpleaños mis compañeras me regalaron un retal de una buena tela de paño negra para una falda. Pedí permiso para hacerla en el taller con la supervisión de todas, fue concedido, siempre teniendo en cuenta que la prioridad la tendrían los encargos de las clientas. Una falda estrecha de talle alto a la que colocaría un cinturón finito como único adorno.

A cuadros!!!

Recuerdos que se agolpan en mi mente:
  • La clase extraescolar fue Mecanografía, de 8 a 9. A las ocho menos cuarto pasaba a recoger a Elena y a veces... nos parábamos 5 minutos a pintarnos los labios, unos mega-súper-rabillos y corríamos para no llegar tarde. Una mañana Don Daniel me dijo: "Tu madre sabe que vienes a clase pintada como una puerta???" Mi respuesta un rotundo SI, una rotunda mentirijilla. A la una y media cuando salíamos de clase iba restregándome la cara para que no se notase al llegar a casa.
  • Siempre juntas Elena y yo, siempre juntas Inma y Mª del Mar, nos agrupamos por cercanía de viviendas. Las cuatro inseparables. Como regalo de fin de curso a la Srta. Milagrosa le compramos una cadenita de plata con una placa donde ponía Milagrosa por delante y por detrás "Las 4 Marías" como nos solía llamar. Donde iba una, allá que íbamos las demás.
  • Mi uniforme era casero total. Mi madre me hacía las faldas plisadas gris, las camisas celestes eran sustituidas por blusas de cuello redondo con pequeños encajes y los jerséis de pico azul para mi uniforme era preciosos jersey tejidos por ella. Por la economía??? No. Ya por aquel entonces, no me gustaba vestir como nadie. Tenía que llevar uniforme pero el mío era confeccionado por mi madre, su mente era la encargada de hacerlos especiales para mí. El último invierno del colegio, me compró unos leotardos de fantasía. De la misma lana azul, tenía figuras geométricas, preciosas y originale. Una compañera de clase me dijo: "Tus leotardos son como la muñeca Cabbage Patch Kids, de mi hermana." Me estaba llamando muñeca repollo????, de forma sutil sí, así lo entendí yo. Hoy por hoy, hubiera contestado: "La muñeca de tu hermana tiene tan buen gusto como yo." Pero con 13 años no quise volver a ponerme aquellos leotardos, pese a la insistencia de mi madre. Ella me explicó que llevar ropa diferente no era malo sino al contrario, era gusto por la moda. No me convenció, supongo que todos aprendemos por nosotros mismos y no por cabeza ajena.

Diseño en tu falda

Recuerdo las fiestas en el instituto Martínez Montañés, todos los sábados abrían el instituto para divertirse no para escuchar a profesores ni hacer deberes. Durante toda la semana mi mente contaba los segundos para poder entrar por las puertas del Martínez Montañés convertido en diversión. Música, amigos y... un chico claro está. En principio apenas cruzábamos palabra, pero a mí me gustaba ver lo "mayor" y guapo que era. Un sábado José llegó de la mano de una chica "mayor" y mi día se torció. Todas las esperanzas puestas en charlar con él y planchazo!!! Así que "mis ilusiones" se esfumaron y aquella noche ni me divertí, mi objetivo no se había cumplido. El sábado que nos apetecía volvíamos a las fiestas de aquel insti, pero si surgía otro plan mis amigas y yo lo aceptábamos encantadas.  Unas cuantas semanas después, un amigo insistió en que todas asistiéramos a la fiesta del Montañés. Cual sería mi sorpresa al ver que José me decía: "Noelia, que de tiempo hacía que no te veía!!! Se te ha echado de menos!!! Quedaros con nosotros!!" Tantos sábados con ilusiones para que llegase el día X y este llegaba sólo??? Así sin plantearlo, sin prepararlo,... una noche genial!! Bueno... un ratito de noche porque a las 11 tenía que estar en casa, jijiji.

No tienes la sensación de que parte de la vida, en general, la hemos pasado pendiente de un día concreto para ser "feliz"???

Esperando ese día especial, el día X, en el que pasa algo diferente, algo que nos llene el vaso medidor de la felicidad. Caminamos por la vida con la mirada puesta en un punto concreto:
  • Cuando tienes 12-13 años, el día en el que acabe el colegio, o mejor dicho el día que comiences el instituto para sentirte mayor.
  • Una fiesta que organiza un amigo en la que sabes que irá el chico que te gusta, los días van siendo tachados en tu calendario.
  • La fiesta de fin de año en la que llevarás tacones por primera vez y papi-mami no van a ir a la puerta a recogerte.
  •  Día X, Y, J , K,... en el que tienes un examen al que temes. O los más importante de todos... los de selectividad.
  • Esperando la nota de los exámenes. Esperando que tu nombre aparezca en la lista lo más arriba posible porque así tu nota será más alta. Esperando con la mirada puesta en tu futuro profesional.
  •   ... el día de tu boda.
  •    ... el día en el que por primera vez veas la carita de tu hijo.
  •  Y con un hijo ya esperas sus días especiales: su primera palabra, su primer paso, su primer chichón en la cabeza,... a la expectativa del día especial.

Vaqueros de campana

Cuando en 1992 a mi novio le dieron destino para realizar el servicio militar, ambos pensamos que la separación nos iba a resultar la más penosa de las pruebas. Qué tontería!!! Pero supongo que a mis 19 años y él con 22 todo estaba teñido de rosa y pese a llevar ya dos años de novios seguíamos flotando en la nube del enamoramiento, todo se dramatiza hasta límites insospechados. 
Aquella noche en la que me enseño la carta recibida por el Ministerio de defensa le prometí con lágrimas en los ojos que le escribiría todos los días que él estuviera en el cuartel, todos los días recibiría una carta en la que le recordaría lo enamorada que estaba… la “mili” no nos separaría!!! Y con un beso sellamos el acuerdo.
Ainsss bendita inocencia y bendita juventud. En aquellos momentos no existían los móviles, por lo tanto WhatsApp ni estaba en la mente de su inventor. Sólo el correo era el método fiable de comunicación. Me lo imaginaba en un frío cuartel, tapado con una raída manta, alumbrado por una vela y como único consuelo... mis cartas. Quizás en el cuartel no hubiese llegado el teléfono, estaría aislado del resto de mundo!!!!
Síiiiiii muy melodramática pero era una cría muy influenciada por las películas románticas y sobre todo por los  libros que me encantaba leer. Iba a ser como Catherine, en Cumbres Borrascosas, cruzando el helado páramo alentada por su amor. Octavio iba a ser Harry, el protagonista de Las 4 plumas, aquel soldado que va a la guerra para demostrar que no era un cobarde. Una romántica empedernida, de pies a cabeza, para que negarlo.
Aunque quizás lo que más me llevo a realizar aquella promesa fueron las postales que guardaba mi madre en una caja de cartón. No sé a qué edad descubrí aquella caja, pero desde el segundo uno supe que aquel era el mayor tesoro que habitaba entre las paredes de mi casa.
Mi padre prestó servicio a la patria en Melilla en 1969, dieciocho meses en los que sólo visitó a su familia y a su novia en una ocasión. Durante aquel tiempo le mandaba a mi madre unas postales maravillosas, llenas de imágenes que para una niña tan pequeña eran enigmáticas, envueltas en misterios, recordándome el libro de cuentos de las mil y una noches que tanto me gustaba mirar. Cada postal era una ventana abierta a Melilla, a África, a un sitio que estaba lejísimos. Escenas de bazares, de camellos que parecían mirarte directamente a los ojos, a chicas musulmanas ricamente engalanadas, con  profundos ojos negros, puestas de sol sobre un mar cristalino,…

Rebecas + tops

Tengo una risa con dos añitos
Que quita el sueño
Un pucherito lleno de familia
Que alimenta el alma
Un ladrido en la azotea
Que sin excusas me acompaña
Un recuerdo clavaito en la pared
Que mis miedo los espanta
Tengo un amor, tengo un amor
Que por mis huesos se dejó su corazón
Tengo otro amor, tengo otro amor
Que peina cana y se apellida igual que yo
Tengo un sueño,
Que ni un pirata ni un gobierno va a romperlo
Tengo un amigo que me acompaña al infierno
Y tengo un beso de madrugá
Que ilumina el alma
Mi compañerita sin ti...
Todo me falta
Un vino una puesta de sol
Un fandango de camarón
Que no soy un pobre porque no tenga dinero
No tiene que ver, soy afortunao
Porque los mayores tesoros que tengo
No los he comprao

Ahora escúchala: Soy afortunado

Me encanta la canción,  Manuel Carrasco tiene  un “ajé” especial escribiendo y lo transmite en sus canciones.

Tu vestido en algodón

Cuando te apetece coger un libro más y ponerte a leer? Quizás en la playa a la orilla del mar, mientras escuchas su sonido, olas acompasadas rompiendo en tus pies. O mejor, sentada en un porche con vistas a un bosque, donde el sonido lo pone el viento al acariciar las ramas de los árboles, acompañado de los trinos de los pájaros. Otra opción: en tu sillón favorito  junto a una ventana mientras escuchas la lluvia golpear los cristales, envuelta en una mantita que da calor; sonido de lluvia y olor a lluvia. Metida en tu cama, siendo las páginas del libro la que te mecen en dirección a los brazos de Morfeo.

Sinceramente a mí… en todos estos idílicos momentos un libro puede ser el compañero perfecto. Aunque si el libro es bueno cualquier momento puede ser perfecto.  Siempre puedo arañar unos minutos en mi día para zambullirme en una lectura apasionante que me lleve a un mundo paralelo. Porque eso es para mí la lectura, una ventana abierta a otra realidad o mejor dicho a la fantasía. Un ejercicio para mantener la mente activa, aprender palabras y expresiones nuevas. La lectura no simplemente un entretenimiento sino también una manera de conocer.

Muchas veces me digo a mi misma que debería de leer más despacio, pero… soy una devora libros. Cuando una historia me engancha, ya no puedo dejar de leer para enterarme del final de la trama. 

Pero la condición indispensable es que el libro me “enganche” sino a las pocas páginas queda relegado a los libros “aburridos”, y no vueltos a coger. A veces me pregunto porque me pasa eso? Uno de ellos es el Último mohicano, no tiene una lectura difícil, pero la historia no me resulta atractiva. Ni leí el libro ni vi la película, y eso que la banda sonora me encanta.

A principio de verano hice la recopilación de libros que me quería leer y escogí dos escritoras especiales, dispares entre ellas, pero con novelas que me han gustado mucho: Jane Austen e Isabel Allende.

Camisetas para el otoño!!!!

El olor del gel de mandarina… recuerdo de mi paso por Ahora Caigo.
Desde que llegue a Barcelona, estaba tan contenta que hubiera caminado dando saltitos. Me propuse vivir mi experiencia en el concurso a tope!!!! Exprimiendo cada segundo, memorizando todo, incluso los olores.

Llegue a la habitación del hotel sobre las 12:30 de la noche, una habitación gigante en la que había una mesa con mi cena preparada: embutido  variado con pan tumaca, ensalada de brotes verdes, zumo de piña, dos piezas de fruta, yogur de macedonia y una botella de agua.  Y el baño….enorme y con bote de gel de mandarina. Tome dos duchas en aquella bañera colosal, antes de irme a la cama y al salir de ella por la mañana. El olor de mandarina me acompañaría  durante todo el día.
No tengo palabras suficiente para explicarte como de maravilloso era mi grupo de compañeros, y cuan estupendos todos los componentes del equipo de Ahora Caigo: realización, sonido, imagen, peluquería y maquillaje. Charlar con personas que acabas de conocer como si fuesen amigos de toda la vida, sentirte tan a gusto que la sonrisa no se borra de los labios. Así pase 24 horas en Barcelona.
Lola y José los encargados de ayudarnos en todo, nos explicaron los pasos que daríamos durante la grabación del programa: “Tenéis que ser simpáticos, pensad que estáis rodeados de amigos.  Haced un programa divertido, que la señora que nos ve todos los días no quiera cambiar de canal por aburrimiento!!!” Mi grupo lo consiguió, todos estuvimos geniales y simpáticos y yo … charlatana, jajjaja, en mi línea. Ellos también nos llevaron a probar “la caída”, había que quitar los nervios por el desconocido agujero donde esperaba “Vicente”. La concursante número 1 era la primera en caer, es decir, yo!!! Fueron 30 segundos de explicaciones que no escuche, ya no quería pegar saltitos, pero hasta eso era parte de la experiencia y la disfrute!!! 
Después pasamos con el estilista de vestuario. Me dio el visto bueno para el estilismo que había elegido, pasaba a plancha para eliminar cualquier arruga.