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Más para las fiestas!!!!

Hace pocos días alguien compartía en Facebook un vídeo de esos que nos demuestran los “idiotas” que podemos llegar a ser las personas. Con el vídeo, entendí, se quería probar que el pecado mortal de la avaricia es enorme, “poderoso es don dinero” y quien lo tiene se cree serlo.
Un chico cubría toda su chaqueta de billetes y se paseaba por una calle con un cartel que decía: “coge lo que necesites”. Mientras todo estaba siendo grabado por varias cámaras ocultas, los pecadores se creían libres, pero no, fueron pillados in fraganti.
Las primeras personas con las que se cruzaba lo miraban extrañados. Algunos se volvían a comprobar lo que leían en el cartel, pero no tomaban nada, sonreían pensando que era un loco o una broma. Otros mostraban en su rostro la clara intención de querer coger el dinero, pero… el qué dirán era más fuerte. Ser el primero que rompía el hielo, por lo que sé ve cuesta. De pronto un señor, con traje y corbata, suelta su maletín en el suelo, para tener libre las dos manos, y comienza a coger billetes, uno tras otro. El chico le pregunta si realmente necesita el dinero, por respuesta: “En el cartel pone que coja y lo hago. Por qué voy a desaprovechar este el dinero gratis???!!!”. Y se quedó tan pancho con la contestación!!! Chicos jóvenes, varios, que al darse la vuelta el portador de fortuna, cogían uno o dos billetes y corrían para que nadie los pasase. Miedo a que alguien les llamase la atención??? Conciencia intranquila, por lo tanto sabían que no estaba bien. También una señora, de unos cincuenta años, muy arreglada, pinta de tener un buen trabajo, se dio varias vueltas alrededor del chico para coger el dinero. Parecía estar delante del puesto de la fruta, a ver que fruto estaba más maduro. El chico repitió la pregunta: “Necesitas el dinero??”. Una respuesta igual de nefasta: “Tengo cita para hacerme la manicura, así me saldrá gratis!!!”
Por último, la guinda, la persona que enseña valores, la que deja a todas las anteriores por debajo del rasero de la dignidad humana. Sentado en la acera un joven pidiendo limosna, por su ropa descuidada, alguien que vive en la calle. Por su aspecto, alguien que no come en abundancia desde hace mucho tiempo. Lee el cartel, se levanta y muy educadamente pregunta: “Es verdad lo que pone en el cartel?? Puedo coger un billete para comer, por favor?”. El chico lo anima a coger los que quiera, los que necesite. No quiere, pero ante la insistencia del otro, acepta y dice: “Muchas gracias, así podré comer mañana.”

4 Looks de noche!!!

Subes a la azotea de tu casa??? Si vives en un bloque de piso quizás ni siquiera has subido. Hoy las azoteas han quedado relegadas al papel de "tiendo las cosas grandes, mantas, colchas,... y se secan mejor", de lo contrario un tendedero plegable o los extensibles en tu terraza te dan la utilidad y no tienes que buscar las llaves de la azotea, que nunca están a mano.
Ayer las azoteas eran una parte más de la casa donde se subía a tender, a sentarse a tomar el fresco en las noches de verano, se dejaba correr a los niños, se subía a tomar el sol, comilonas familiares bajo el toldo y la goma conectada al grifo como sustituta de la piscina, estaban llenas de plantas que cuidar y mimar.

Tres azoteas formaron parte de mi infancia-adolescencia: 
  • La de casa de la abuela Encarna. Era preciosa, llena de tiestos de barros con sus geranios y plantas del dinero. El abuelo Antonio se entretenía mucho cuidando de ellas, supongo que le recordaba a su pueblo y a las tareas de campo que realizó en su juventud. Carolina y yo teníamos permiso para subir y jugar rodeadas de flores. Un día hicimos "comiditas" utilizando hojas de las plantas, flores, un caramelo triturado para dar dulzura,... nuestra muñeca se darían un banquete. Cuando nos llamaron para irnos a casa, nos dio pena tirar aquellos suculentos platos que habían tenido tanta elaboración, así que... Los guardamos en el armario que la abuela tenía en el la habitación de la azotea, con la ropa de fuera de temporada. Era el escondite perfecto nadie lo encontraría. Las hormigas si lo hicieron!!!!! Por aquellas "chivatas", al olor del caramelo acudieron, la azotea quedó prohibida sin presencia de un adulto.

Vaqueros de campana

Cuando en 1992 a mi novio le dieron destino para realizar el servicio militar, ambos pensamos que la separación nos iba a resultar la más penosa de las pruebas. Qué tontería!!! Pero supongo que a mis 19 años y él con 22 todo estaba teñido de rosa y pese a llevar ya dos años de novios seguíamos flotando en la nube del enamoramiento, todo se dramatiza hasta límites insospechados. 
Aquella noche en la que me enseño la carta recibida por el Ministerio de defensa le prometí con lágrimas en los ojos que le escribiría todos los días que él estuviera en el cuartel, todos los días recibiría una carta en la que le recordaría lo enamorada que estaba… la “mili” no nos separaría!!! Y con un beso sellamos el acuerdo.
Ainsss bendita inocencia y bendita juventud. En aquellos momentos no existían los móviles, por lo tanto WhatsApp ni estaba en la mente de su inventor. Sólo el correo era el método fiable de comunicación. Me lo imaginaba en un frío cuartel, tapado con una raída manta, alumbrado por una vela y como único consuelo... mis cartas. Quizás en el cuartel no hubiese llegado el teléfono, estaría aislado del resto de mundo!!!!
Síiiiiii muy melodramática pero era una cría muy influenciada por las películas románticas y sobre todo por los  libros que me encantaba leer. Iba a ser como Catherine, en Cumbres Borrascosas, cruzando el helado páramo alentada por su amor. Octavio iba a ser Harry, el protagonista de Las 4 plumas, aquel soldado que va a la guerra para demostrar que no era un cobarde. Una romántica empedernida, de pies a cabeza, para que negarlo.
Aunque quizás lo que más me llevo a realizar aquella promesa fueron las postales que guardaba mi madre en una caja de cartón. No sé a qué edad descubrí aquella caja, pero desde el segundo uno supe que aquel era el mayor tesoro que habitaba entre las paredes de mi casa.
Mi padre prestó servicio a la patria en Melilla en 1969, dieciocho meses en los que sólo visitó a su familia y a su novia en una ocasión. Durante aquel tiempo le mandaba a mi madre unas postales maravillosas, llenas de imágenes que para una niña tan pequeña eran enigmáticas, envueltas en misterios, recordándome el libro de cuentos de las mil y una noches que tanto me gustaba mirar. Cada postal era una ventana abierta a Melilla, a África, a un sitio que estaba lejísimos. Escenas de bazares, de camellos que parecían mirarte directamente a los ojos, a chicas musulmanas ricamente engalanadas, con  profundos ojos negros, puestas de sol sobre un mar cristalino,…