Mis tíos se compraron una casa en los Cerros de Montequinto
y unos amigos de mis padres también. Hace algunos añitos aquella zona
residencial era los más "in" de toda Sevilla. Pocos sitios existían como
aquel. Después de boom de la construcción ya dejó de ser diferente para ser
imitado en muchas zonas de Sevilla y del Aljarafe.
A mis 12 años escuchar a mis padres: “Vamos a Los Cerros”;
significaba pasármelo estupendamente con mis primos y amigos. Siempre esperaba
que sonara el teléfono para que alguien nos hiciera la invitación, que larga
espera!!! Después hice allí muchas amigas y ya no necesitaba que mis padres
fueran invitados, ya iba a casa de ellas, sobre todo de Montse.
En los días estivales la piscina del club de los Cerros era
nuestro punto de encuentro. Tomar el sol, en aquel césped tan grande era una maravilla.
Las noches se convertían en veladas eternas donde los padres charlaban mientras
los niños jugábamos, corriendo por los pasillos del club o nos sentábamos a
charlar. Recuerdo aquellos sillones marrones de terciopelo, daban una calor,
muy suavecitos sí, pero calurosos.
Unos de los niños, David, hijo de los amigos de mi padre y
yo, queríamos un refresco y nos acercamos a la mesa de los adultos para pedir
permiso.
"Estos dos siempre están juntos, mira si te tengo que
llamar consuegro?" Le dijo el padre de David, a mí padre.
"Encantado!!! Eso sí David, tienes que estudiar mucho
para no estar en el gremio de la hostelería, mi hija no quiere un marido
camarero??"
En esos momentos todas las sonrisitas se volvieron miradas
de escrutinio contra mí. Seguro que pensarían que era una tonta que quería un
marido rico, o algo así.