Has cerrado alguna vez los ojos y has dejado tu imaginación
volar. Que acudan las imágenes a tu mente como si estuvieses navegando por
Internet. En lugar de ir pulsando links que te lleven de una página a otra, los
recuerdos serán los que se vayan enlazando y te lleven de un punto a otro de tu
vida.
A mí me encanta hacerlo. Hay recuerdos que permanecen en mí
tras el paso de los años, de una manera tan real que me parece que si alargo un
poco la mano podré tocar lo que se ve sólo en mi cabeza.
Eva y Caro juegan con la cocina de madera en el patio de
casa. No tiene puertas sino cortinas de cuadritos blancos y rojos. Eva tiene un
muñeco en los brazos preparado para tomar la papilla. Carolina da los últimos
toques a esa papilla, en una pequeña sartén metálica. Se han aliado para no
dejarme jugar con ellas. Ser mayor y la jefa a veces no funciona, así que llamo
a la abuela que las mira desde la puerta con los brazos en jarra. Mi sonrisa
inocente oculta la satisfacción interior por salirme otra vez con la mía.
En clase con once años. Don Daniel se levanta a reñirle a
Mar Cano, porque está copiando en el examen. "Copiadora canon", me
dice mi compi por lo bajini. Mi carcajada fue sonora, y la mirada del profesor
me hizo temblar. A mí no me reñían nunca. Una semana que no levanté la vista
del cuaderno para nada, fue mi castigo autoimpuesto.
Costumbre de ponerle un círculo a la "i", en lugar
de un puntito. El profesor de campus de verano dijo: "Tu letra demuestra
lo presumida que eres." Al llegar a casa estuve copiando del libro de
Mujercitas, hasta que me asegure que aquellos circulitos no aparecían nunca más
en mi caligrafía. Yo no quería ser una presumida!!!