Al
nacer ya tenemos algo en nuestro interior que se llama
"personalidad", al principio es del tamaño de un grano de arroz. Este
grano tiene características propias, todos son diferentes, y desde que somos
bebés se manifiesta: llorón, comilón, irritable, placido, achuchable, adorable,...
Pero
como buen grano de arroz necesita engordar, el agua de la personalidad, es la
influencia de los que nos rodean. Así poco a poco se van terminando de formar tu
carácter y tus gustos.
Crecí
con una señora, a la que llamaba madre, que me enseñó a apreciar la lectura y
el cine, sobre todo aquellos libros y aquellas películas cuyo eje principal era
el amor. Libros como Jene Eyre, Orgullo y prejuicio, Sentido y Sensibilidad,....;
muchos tienen un hueco todavía hoy en mi biblioteca. Me encanta abrirlos y leer
pasajes intentando recordar a qué escena pertenecen.
La
lista del séptimo arte a la que me aficiono mi madre también es extensa, y de
la que te quiero hablar en este post, porque seguro que muchas también están
entre tus favoritas. Películas que no te importa volver a ver porque siempre te
sacan una sonrisa gigante, un remolino de sensaciones provocadas por los
recuerdos.