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4 Propuestas

Cada casa es un mundo y cada persona un universo. Eso es lo divertido de la vida, que todos somos diferentes. No tenemos un chip de programación que nos haga pensar de la misma manera o actuar de modo sincronizado.

Ni que decir tiene que nuestra "dieta mediterránea" se caracteriza por ser una de las gastronomías más reconocidas en otros países. No obstante, también han llegado a nuestras mesas "otro" tipo de comida, quizás no sea tan saludable o quizás no tan rica, pero al fin y al cabo... comible. Y volvemos a las palabras con la que empezaba este texto, como cada cual es cada cual, el libro de los gustos está en blanco. Lo que a algunos nos les horroriza a otros les encanta.

El otro día terminé de realizar mi 1 km de carreras por las calles del supermercado. Por fin me dirigía hacía la línea de caja con la satisfacción del deber cumplido: no olvidar nada de lo que la despensa y el frigorífico me reclamaban. Aparque mi carro justo detrás del de chico, que ya estaba colocando los productos de su cesta en la cinta, todos en filita esperando su turno para ser pasados por el escáner: 5 brick de gazpacho, 3 lasaña precocinadas, 4 latas de fabada asturiana, 6 paquetes de salchichas y un número incontable de sobres de sopas y pasta, de esas que sólo tienes que esperar que el agua hierva para echar el contenido y remover durante 6 minutos.

No lo puedo evitar, como mi cara no se puede estar quieta, reflejando lo que pasa por mi mente, el chico me mira y dice:

Complementos Boho

 No quiero correr, 
Lo saben mis zapatos. 
No quiero pedir, 
Lo saben los ingratos. 

Quiero que aparezcas, 
Quiero verte cerca, 
Quiero merendarte al sol. 

Quiero pelear, 
Lo saben los cobardes. 
Quiero celebrar, 
Lo saben los que arden. 

No quiero olvidarme, 
No quiero escaparme, 
No quiero pensar que fue un delirio. 

Yo, te quiero matar, 
Y no lo sabe nadie, 
No lo sabe nadie. 
Te quiero matar de amor, 
Y no lo sabe nadie, nadie, 
Nadie puede imaginárselo. 

No quiero volar, 
Lo saben mis amigos. 
No quiero bailar, 
Lo saben los testigos. 

Quiero que me abras, 
Quiero tus palabras, 
Y quiero que lo quieras hoy. 

Quiero hacerte sentir, 
Lo saben estas manos. 
Quiero repartir, 
Lo saben los humanos. 

No quiero perderte, 
No quiero soñarte, 
No quiero escribirte más historias. 

Yo, te quiero matar, 
Y no lo sabe nadie, 
No lo sabe nadie. 
Te quiero matar de amor, 
Y no lo sabe nadie, nadie, 
Nadie puede imaginarselo. 

Look para el verano

Un día un sabio maestro recibió la visita de un joven que se dirigió a él para pedirle consejo:
— Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
— Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... y haciendo una pausa agregó: — si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
— Encantado, maestro— titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

—Bien— asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y al dárselo al muchacho, agregó:
— Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, quienes lo miraban con algún interés. Pero les bastaba el escuchar el precio del anillo; cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. ¡Cuánto hubiera deseado el joven tener esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Triste, subió a su caballo y volvió a donde el maestro se encontraba:
— Maestro -dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera obtener dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

El vaquero y brillo!!!

Te acuerdas cuando te sabías los teléfonos de memoria de toda tu familia y de tus amigos. Seis números nada más. Después el boom del teléfono hizo que nos añadieran un número más, empezaban por 4 los de Sevilla capital y los pueblos por 5. Pero esto duro poco tiempo. A nivel nacional se impusieron los prefijos. Que rápido se multiplicaron los teléfonos en nuestras vidas. El fijo y el móvil… aunque a mí a este último me costó acostumbrarme.

En 1998, cuando mi novio y yo nos compramos el piso vimos la necesidad de comprarnos también un móvil. Ambos trabajando no íbamos a dar el teléfono de casa de nuestros padres,  al señor que nos montaba la cocina si quería hablar con nosotros, no???
Recuerdo que era pequeñísimo, yo no quería que me pesara en el bolso. Además la moda era esa: “pequeño”, para que no recordará a los móviles de la generación anterior.

Un día estábamos en el Blockbuster alquilando una película cuando salíamos de la tienda algo empezó a pitar:
“Yo no he cogido nada!!!” Le dije al dependiente. “Si quieres mirarme el bolso y la chaqueta. No llevo nada!!!”
“Creo que te está sonando el móvil!!!”
Qué vergüenza, todo los clientes de la tienda me miraban. No estaba acostumbrada!!!!

Otra vez, iba hacia el trabajo, las ocho de la mañana, en la calle muy poca gente, y reconozco que iba más bien dormida.
“Hola!!”
Mire hacia atrás iba un chico con las manos en los bolsillos.
“Hola!! Me escuchas???”
Qué hago??? Pues acelerar el paso y girar a la derecha. Mire hacia atrás, giro él también a la derecha, tenía una sonrisa enorme.
“Me encanta como eres. Guapa, más que guapa!!!”
Ainsss Por qué me tiene que pasar todo a mí??? Más rápido andaba. Pero él también llevaba un ritmo rápido al caminar y no conseguía alejarme de él mucho.
“Sabes una cosa??? Me encanto la cena de anoche y lo bien que lo pasamos!!!”
Qué??? Este se ha confundió de chica, la noche anterior yo no había cenado con él, me acordaría. Me paro, se lo digo y así me deja de seguir; pensé .Pues dicho y hecho, espero que llegue a mi altura y le digo:

Un look diferente

Dónde están las llaves?,
matarile, rile, rile.
Dónde están las llaves?,
matarile, rile, ron, chimpón.


El autor de esta canción infantil, por su ritmo y sus palabras pensaría que a los niños les encantaría!!! Lo que no sabía es que ya de adultos la utilizaríamos como relajante en la búsqueda desesperada de ese objeto.
"Rompe los platos, quien friega!!!", una frase que utilizo mucho, no sólo en el sentido estricto de la frase sino en todo lo que se refiere a perder o romper algo. Quien va a perder las llaves de mi coche sino yo, que las utilizo todos los días?? O las de casa???
Creo que es el objeto más perdido por todos… por goleada. Y el que, debería de ser el que más cuidado en no perder, por si un amigo de lo ajeno hace uso de ellas para llevarse tu coche o entrar en tu casa.
Muchas veces las he dejado en la puerta puesta, demasiadas. En una ocasión a mi vecino Carlos le pedí que me acompañara por si algún amigo de lo ajeno las había utilizado, menos mal que todo estaba en su sitio tras la revisión ocular. Otras veces las llevaba en la mano y las he dejado encima del mostrador de la panadería al pagar. En fin... mis llaves deberían tener un detector de mi presencia y si me alejo de ellas 20 metros comenzar a pitar.
Hablando con mis amigas no soy la única "despistadilla", alguna me ha contado cada historia: