Seguro que has visto el anuncio de la cadena alemana de
supermercados Edeka. Quizás el nombre no te suenen las imágenes sí!!!!
Te animo a verlo : EDEKA.
Una campaña publicitaria que ha generado muchos comentarios:
"El pobre abuelito", "Que pena!!", "Que miedo llegar a
la vejez y verse sólo"... esos de parte de quien se le ha cogido el
pellizquito. Otros han llevado a risa las imágenes e incluso las han parodiado.
Ya se sabe que no todos podemos pensar igual.
Y yo... A mí... Me fui a casa del padre de mi madre. Del
anciano que hasta hace poco más de un año cuidada a su esposa, mi abuelita,
como si fuese un tesoro. Él que ahora la echa tanto de menos, cada tres frases
la nombra. Él que viene a mi mente tantas veces al cabo del día, lamentándose
porque las obligaciones me mantengan alejada de aquella butaca en la que
intenta ver y escuchar la tele, sólo lo intenta porque con 95 años sus sentidos
están mermados. Me fui a casa de mi abuelito a abrazarlo, supongo que para que
me acallará la conciencia. Esa conciencia mía a la que le explico que
trabajo-casa-niños es lo que no me permite tener tiempo para visitarlo más, esa
que me sonríe socarrona porque sabe que se tiene tiempo para lo que se quiere.
El abuelito pasea 15 minutos por recomendación de D. Miguel
Ángel, su médico. Lo que dice el doctor se cumple a rajatabla, así quiere que
mantenga activas sus piernas. Esas piernas que antes eran ágiles en los
andamios, albañil su profesión-pasión, ahora las que aguantan sólo unos minutos.
En el comienzo de su paseo estaba cuando me bajaba del coche. Pasó frente a mi
sin verme, respire hondo, metí las lágrimas traicioneras en los ojos y me
presenté delante de mi abuelito son una sonrisa gigante que me devolvió al
reconocerme.