Cuando tenía 16 años mi nueva vecina llegó a mi vida. Ella
con sus casi 60 era para mí lo máximo en glamour con un toque de excentricidad,
todo ello conseguido por una vida llena de experiencias increíbles que le
encantaba relatar y a mi escuchar.
Mª Luisa vino a Sevilla como integrante del consulado
portugués. No me extrañaba que la hubiesen elegido a ella, con seis idiomas y dos
licenciaturas, no creo que hubiese una
candidata mejor. Otras de sus características su clase y estilo. Siempre
vestida de Chanel, Missey o Globe, zapatos de piel conjuntados con su bolso,
poco maquillaje y media sonrisa en los labios; una sonrisa enigmática que me
siempre me hizo pensar que todo le daba un poco igual.
- Recuerda, pequeña, siempre tienes que tener tiempo para
ti. Tiempo para cortarte las uñas de los pies.
- Qué asco!!! Tiempo para hacerte la manicura, tiempo para
la peluquería, tiempo para muchas cosas del cuidado personal. Pero esa frase no
te pega. (Para una cría de 16 aquello era raro!!)
- Ya lo entenderás, mientras tanto, procura no olvidarlo.
No lo he olvidado y con el paso de los años, he comprendido
su significado: Sacar tiempo para ti, para los pequeños detalles por
insignificantes o poco glamurosos que sean.
En 1992, durante la Expo, ella estaba invitada a todos los
actos oficiales que organizaba su país. Cuando la filarmónica portuguesa tocó en el teatro de la Maestranza
me regalo una entrada para que la acompañara. Según ella una dama no podía ir
sola a ningún sitio.
- Disfruta de la música, no sólo la escuches, deja que te
acaricie.
Como olvidar aquella experiencia, me sentía afortunada,
también me sentí el patito feo acompañando al cisne. Todo el mundo se volvía a
saludarla. Por donde pasaba dejaba su estela de brillo y de perfume dulce.
Después de la música una cena, donde con tanto cubierto me sentí un poco
perdida, así que siempre esperaba que Mª Luisa empezará a comer para yo
imitarla.