Dos
hechos diferentes sin relación aparente han probocado que mi mente enlace y
piense en las cosas “especiales” que nos gusta coleccionar.
Hecho
número 1: El otro día hablando con Nuria, un cumpleaños de una amiga de mi hijo
pequeño, mientras que los niños corrian y gritaban, nosotras pasábamos un
ratito de tertulia. Le comenté que cuando yo tenía unos quince años me gustaba
coleccionar cajas, pero no unas cajas cualesquiera. Tenía una caja gigante
llena de cajas-embalajes: de perfumes, de lencería, de lápices, … Cajas que me
parecían bonitas y que daba pena tirar. Nadie sabía que yo no me deshacía de
esas cajitas, ni mi madre. Un día, supongo que por “casualidad”, la casualidad
que impulsa a una madre de una quinceañera a mirar en su armario, abrió la caja
gigante y supongo que se llevaría una sorpresa al ver tal colección de “basura”
según su opinión.
“Se
puede saber para qué guardas la caja de un perfume que ya acabaste?? O la de la
lencería??”
“Son
bonitas y me da pena!!”
“Qué te
da pena??? Hija, a ver si se te paaa ya la edad del pavo!!! Además quien
colecciona cajas se queda soltera!!!”
Eso ni
leyenda urbana ni refrán ni nada, seguramente mi madre se inventó la frase sobre
la marcha. Pero… yo me la creí. Y yo tiré
mi colección de cajas bonitas porque con quince años me parecía un horror
quedarme soltera. Alguna vez cuando estoy cansada de vida de chica casada con
niños y responsabilidades digo: “Porque tiraría yo mi colección de cajitas???!!!”
Pues esa es la explicación.