Cuando veo a las quinceañeras, esperar en la puerta del
hotel donde está concentrado un equipo de fútbol, horas y horas, sólo para ver
pasar a los jugadores, ponerse a gritar y a llorar,... no lo entiendo.
Esperar a la salida de la Plaza de toros, para gritarle “Oles”
al torero de moda, a pleno sol, con unos 40 grados, sin una poquita de sombra. No lo
entiendo.
En las últimas noticias del telediario hablan sobre el gran
concierto que da un cantante. Hablan del escenario de luz y color. Hablan de
los países que ha visitado ya y otra lista igual de extensa de las futuras
citas. Por último se van a la cola para entrar al concierto. Allí están las
chicas con sus hermanas mayores e incluso las madres, "las
superfans", y dicen que son las primera porque han pasado la noche entera
allí. No lo entiendo.
Enterarse la chica que el cantante de los posters de su
habitación sale en avión un día en concreto y pasarse todas las horas de ese
día en el aeropuerto para verlo pasar. O pasear con el perro como la que no
quiere la cosa por donde vive el portero de su equipo para que le firme la
camiseta. Otra cosa que no entiendo.