Desde los 9 años escribía un diario. Siempre me gustó mucho
escribir, no me invente una amiga imaginaria, tenía mi diario. Cuando los releo
solo puedo pensar en lo inocente que
era. Las cosas de niña enfadada con su hermana, lo que me había pasado en el
cole, el niño con el que había cruzado una miradita, mis notas en los
exámenes,...
A medida que iba entrando en la adolescencia mis palabras ya
no contaban los hechos del día a día, sino mis sueños, mis deseos, mis ganas
porque el tiempo volara y viera lo que el destino me tenía deparado. Igual de
inocente, mira que querer cumplir años!!!!!
Sobre los 16 años tomé
la decisión de dejar de escribir en el diario. Supongo que decidí vivir la vida
y no soñarla, no sé. Lo que sí recuerdo es mi propósito de no olvidar las cosas importantes, detalles que iban poco a poco
formando mi forma de ser. Mi empeño ha
funcionado porque hay frases o escenas que siguen en mi cabeza como si hubieran
pasado ayer. Mi amiga Inma siempre me dice: “Como te puedes acordar de eso”.
Y ahora al cabo de los años vuelvo a escribir, pero esta vez
no en un diario. Escribo porque sé que me lees, que cada noche dedicas un
ratito para mirar mis palabras y ser mi cómplice, al coincidir conmigo. Lo disfruto!!!
Tengo muy grabada una
frase de un curso que hice: “En una reunión social en la que no conoces bien a
las personas no se puede hablar ni de política, ni de religión ni de sexo. “
Soy fiel a esa frase, todos somos libres de pensamientos. Mi libertad acaba cuando empieza la tuya. Lo que
no puedo evitar es poner mis sentimientos en las entradas de mi blog.