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Rebajas: primavera rosa!!!

La casa de mi infancia. Al entrar teníamos un taquillón donde mamá ya demostraba su gusto por la decoración al tener dos candelabros y un reloj dorados, decoración rococó de los 80. A la derecha el salón y la salita. El salón era la habitación de exposición, sólo utilizada los sábados para la limpieza general y en raras ocasiones para alguna visita de "postín". En él se exhibían toda la porcelana de Lladró de las que mi madre se "enamoraba", palabra textual muy utilizada por ella. También, el juego de café de plata: cafetera, tetera, lechera, azucarero y una bandeja de plata. Piezas que no sólo tengo grabadas en mi mente, también en mis manos de tanto frotarlas con el limpiaplata, una vez al mes.

A la izquierda del taquillón la esquina donde comenzaba el largo pasillo, unos cinco metros de pared a la derecha y a la izquierda la pared se veía interrumpida por la puerta del dormitorio de las niñas. Un dormitorio de más de 25 metros, enorme. Mamá siempre soñó con un dormitorio de reinas para sus princesas. Cierro los ojos y veo dos cabeceros de hierro forjado blanco y dorado, dos edredones de elefantes rosas cubierto por peluches. Más decoración sencillita, vamos.

El pasillo acababa de nuevo en una esquina, un ángulo de 90 grados, perfecto. Uno de mis sitios favoritos. Cuando entrabamos a casa del colegio yo solía esconderme es esa esquina, veloz, para que nadie me viera. Cuando mi hermanita pequeña giraba yo salía gritando y moviendo los brazos... "sustazo" asegurado!!!!! No podía parar de reírme. Mi risa, contagiosa, echaba al momentáneo enfado de Carolina. Consecuencia... ataque de "pavo". Mamá empezaba con sus frases, o mejor con su retahíla: "Dejadlo, ya!!!", "Después de la risa, vienen los llantos.", "Sentaros a comer en silencio.", "Dejad las risitas!!!" Delante del plato de lentejas, las dos agachábamos la cabeza para intentar dejar de reír... imposible. Sino a una u a otra, la risita se escapaba, era como abrir una puerta a las carcajadas. Mi madre intentaba controlar la situación, pero era prácticamente imposible. Cinco minutos de silencio forzado, cinco minutos de carcajadas a pleno pulmón.